Predicadoras de la Palabra con el corazón y las manos de mujer
Un año dedicado a la “Predicación femenina”... Con este tema, las Hermanas Dominicas a nivel internacional reflexionan juntas sobre la misión que tiene la mujer en la Orden; pero ¿Cuáles son las características de una predicación “femenina”? Ciertamente la respuesta no sólo interesa a las mujeres, porque es llevada a cabo por ellas, sino porque habla del modo particular de la mujer de anunciar que Dios es amor.
No pretendo escribir un tratado sobre este tema, busco solamente decir algo sobre la “predicación femenina”, compartiendo la experiencia misionera que estoy viviendo en estos meses.
“Comenzaron a llevarle en camillas a los enfermos, donde quiera que oían que El estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados (Mc. 6,55-56). El Evangelio de Marcos que nos da a conocer este aspecto de la vida de Jesús, su encuentro con los enfermos, o quizá es mejor decir, que seguían a Jesús donde quiera que iba con la esperanza de encontrar la curación de su enfermedad. Esta es la Palabra que acompaña nuestros pasos, que ilumina y conduce nuestra misión. Esta es la Palabra que se hace carne en nuestra vida de mujeres misioneras, de nuestro proyecto de salud en uno de los países más pobres de la Tierra: Haití.
Después del terrible terremoto que destruyó Haití, CODALC (Confederación de las dominicas de América Latina y el Caribe) decide hacerse solidaria en, y con este pueblo formando una comunidad inter-congregacional y laica en la zona de Los Cacaos, en la frontera con la República Dominicana, donde muchos sobrevivientes del terremoto se refugiaron. Vivimos la experiencia de llegar con peticiones de diversos pueblos, encontrándonos siempre ante una inmensa cantidad de enfermos que esperaban, que deseaban, que aguardaban y que pedían la curación de alguna enfermedad que sufren desde hacía muchos años. Hace tres meses que me encuentro en estas tierras, trabajando como enfermera, aunque para la gente soy “doctora”. Cada día nos presentamos en una comunidad diferente para visitar a los enfermos: 20, 30, 40, 60 en un día, y me conmueve experimentar cómo los pobres saben esperar pacientemente, descubro que no viven la “resignación”, sino “esperando” pacientemente el día en el cual puedan obtener ayuda.
Me conmueve descubrir que la mayor parte de la gente de este pueblo no extiende la mano esperando recibir la ayuda, también ellos mismos preparan el lugar donde se hará la visita; con frecuencia se trata de una tienda de campaña improvisada, pero preparada con los ojos, las manos y el corazón y los medios de los pobres; son siempre ellos los que informan a los demás de nuestra llegada, son ellos que dan una pequeña contribución, pero importante para continuar a comprar medicina.
Nuestro proyecto se propone promover la dignidad de las personas que viven en Los Cacaos, ayudándoles a recuperar la salud perdida porque viven en situaciones muy precarias: sin agua, o en el mejor de los casos con poca agua de un riachuelo que sirve para todos y todas, animales incluidos... sin energía eléctrica, sin letrinas, sin servicios sanitarios adecuados. Nuestro proyecto comprende siete comunidades, con un programa que nos permite regresar al mismo lugar cada quince días, dando continuidad a las curaciones y al encuentro con la gente. Ahora empiezan a llegar enfermos de otras comunidades más alejadas, y cuando pregunto cómo supieron de nuestra visita de enfermería, nos responden: “la voz de su trabajo está caminando por las montañas de Haití y genera desde muy lejos esperanza en el corazón de los enfermos”... De esta manera, muchos a lomo de caballo o de mula o a pie, recorren muchos kilómetros para encontrarnos.
Así, un hombre que se encontraba enfermo y que se alivió, gracias a nuestro cuidado, nos escribe:
“A Simona y a todo el grupo.
Saludos a todas en el nombre de Jesús.
Les escribo esta carta para dos cosas diferentes: para darles las gracias a ustedes y a Dios porque me encuentro mucho mejor porque no tengo dolores y para pedirles cuando puedan venir a Pacasse para visitar a los enfermos, porque muchas personas se encuentran esperándolas. Hemos organizado todo, falta solo saber la fecha que está en sus manos. Porque muchas personas me han tomado como ejemplo, porque sufría tanto y ahora estoy completamente curado.
Estamos informando a todos y ustedes tendrán más de 100 personas. Gracias”
La predicación femenina se deja “herir” el corazón por estas voces, se deja “incomodar” por el grito de aquellos que esperan una palabra de esperanza y una mano de solidaridad, se deja “contagiar” del deseo mismo de Jesús que todos conozcan al Padre... y hemos ya fijado la primera visita a esta comunidad, que llevaremos a cabo con ellos en dos días, para visitar a todos los enfermos que encontremos, porque la predicación no tiene tiempo, pero tiene el coraje de hacerse presente en los lugares de frontera.
Comparto con Ustedes la esperanza de una mujer haitiana que está afectada por un tumor agresivo en la boca. La intervención quirúrgica se puede hacer solamente en la capital de la República Dominicana y es muy pobre, por tanto no tiene la posibilidad de pagarse todo el tratamiento necesario. Decidí contar esta situación a un grupo de mujeres Haitianas con las que trabajo y conmovidas hasta las lágrimas su respuesta fue: “Simona, el problema de una mujer es el problema de todas las mujeres, haremos lo que sea por buscarle ayuda... haremos algo en el mercado, en las montañas, en nuestra iglesia, pero ayudaremos a esta mujer”. La predicación femenina es algo más que un simple hacer, porque es ante todo, el no permanecer “indiferente” ante la historia de cualquier persona, sino que se asume al extremo, hasta que se convierta en “nuestra”.
Agradezco a las hermanas de CODALC por su coraje y decisión de iniciar este proyecto. De ser presencia predicadora en medio de dos países entre los cuales existe odio y rechazo: la República Dominicana y Haití. Nuestra casa se encuentra en territorio dominicano, pero todos los días cruzamos la frontera para encontrar y continuar anunciando el amor por Haití.
Nuestra campaña y frase para el camino de la misión se llama “Providencia”, de verdad puedo testimoniar que cada día tocamos con la mano y vemos con nuestro propios ojos la presencia que nos confirma en la fe: que el Señor es el Emanuel, el Dios con nosotros. Este es el deseo que habita mi corazón de misionera: vivir con los pobres de Dios y con el Dios de los pobres. Es nuestra predicación. Vivir esta experiencia en Haití me hace descubrir que para nosotras dominicas, la misión significa sobre todo aceptar caminar y vivir donde ninguno quiere andar para abrir caminos nuevos hacia y con los pobres. Desde Haití veo este tema de la predicación femenina y deseo que sea también para todas, una ocasión para hacer preguntas con fuerza y pedir respuestas que conduzcan a la justicia, a la paz y a la verdad. Y ahora una ocasión para reflexionar juntas sobre la vocación común de dominicas: ser predicadoras de la Palabra con el corazón y las manos de mujer en cada lugar donde el Señor nos envía. Y un tema importante que puede limitarse a una reflexión común, como puede llegar a ser un estímulo para reconquistar una misión que Jesús mismo encomendó a las mujeres en el momento en el que envió a la Magdalena: a anunciar a sus hermanos que había encontrado al Señor resucitado.
Concluyo con una frase de Joan Chittister “Escribir hace a la persona enormemente vulnerable. La deja expuesta a la crítica, el ridículo y el rechazo públicos. Pero también abre el dialogo y el pensamiento; estimula la mente y toca el corazón; nos pone en contacto con nuestra alma [...]”. Espero y deseo que como mujer dominica, dedicada totalmente a la predicación, podamos encontrar el modo y el tiempo para vivir juntos el don de ser misioneras en la forma de Santo Domingo. Juntas podamos dialogar y pensar como recorrer juntas el sendero que nos conduce donde los hombres y las mujeres nos esperan.
Acojamos la invitación de Chittister de escribir sin miedo a la crítica, pero con el deseo del diálogo y de la búsqueda para dar a la predicación femenina una mirada capaz de penetrar todas las realidades...
Hna. Simona De Pace,
Dominica de Santa Catalina