Dominican Order

Nos guste o no, todos somos héroes de nuestra propia historia. Aunque todos somos parte de una historia mayor que da sentido a nuestras vidas, la historia importante es aquella en la que aceptamos o rechazamos la redención. En el mundo antiguo, el héroe no era necesariamente una buena persona, y ciertamente no estaba preocupado exclusivamente por salvar a otras personas. El héroe simplemente perseguía sus deseos hasta el final. Sin embargo, la salvación no es simplemente un asunto de deseos humanos. Ningún ser humano puede desear su propia felicidad tanto como Dios desea la felicidad de ese ser humano. Tenemos corazones divididos. El dilema lo resuelve la presencia de Dios en nuestros corazones, de tal modo que, mediante su gracia, nuestros deseos se hacen uno con los deseos de Dios.

San Patricio, en sus “Confesiones”, habla de su primera experiencia de oración, cuando era un esclavo en Irlanda, a donde le había llevado. Más tarde le parecería que había un nombre que oraba en su interior, y percibía que era el Espíritu Santo. San Patricio no había adquirido la educación que le correspondía por nacimiento debido a su cautiverio; sin embargo, la rudeza de esta imagen nos dice más que de lo que podría decirnos un sofisticado teólogo. Para David, Dios era una fuerza externa que respondía a sus deseos humanos. Con la venida de Cristo y el don del Espíritu Santo, Dios entra en las profundidades de nuestro ser. Ya que solo hay un Espíritu, estamos unidos con todos los demás que viven por ese Espíritu. San Patricio no teme comenzar sus confesiones con la palabra “ego”, no teme hablar de sí mismo, si bien en su profunda conciencia de un yo, que crecía en la gracia de la presencia de Dios, descubrió la solidaridad con los otros, que iba a transformar una nación.

Padre celestial, llénanos del hambre del alimento del Espíritu, que está más allá de nuestra imaginación, pero no de nuestra esperanza, la esperanza que no decepciona. Porque sabemos que por tu Espíritu tu amor ha sido derramado en nuestros corazones. Que ese amor se desborde en la vida de este mundo, para que todos puedan anhelar la visión de tu rostro. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

Cuando Jesús entra en Jerusalén, la multitud le llama Hijo de David y otros se dirigen a él también como Hijo de David en otros lugares. Sin embargo, al mismo tiempo, se cuestiona la idea de que el Cristo sea el Hijo de David. David mismo le llama (al Cristo) Señor; ¿cómo, entonces, puede ser su hijo? (Mc 12, 37).

En este pasaje, Jesús compara las acciones de sus discípulos con las de David y sus compañeros. Si leemos la historia original (1 Sam 21), podríamos sorprendernos al ver que Jesús justifica las acciones de sus discípulos por recurso a tal historia. David va huyendo del rey Saúl, que se ha vuelto contra él. David está a punto de comenzar su época de jefe de bandidos. Sin embargo, David afirma que está en una misión del rey. Parece que David miente, pero en un nivel más profundo está diciendo la verdad. David sabe que él es el ungido, aunque en el trono se siente otro ungido. Sabe que está sirviendo al Rey verdadero. Como tal, puede ir más allá de las leyes religiosas, aunque no puede ir más allá de la ley moral. De hecho, David pagará un precio elevado por sus transgresiones a lo largo de los años. Si David parece un tipo extraño de héroe, quizá podamos adaptar un versículo de la primera carta de San Juan (4,10) y decir que no el amor no está en el amor que David tiene a Dios, sino en el amor que Dios le tiene a David. David es el ejemplo de uno cuyo pecado le ha sido perdonado a causa de su fe.

Jesús convierte la defensa de sus discípulos en una verdad superior sobre la libertad de los seres humanos, en su búsqueda del bien. Él mismo no rompe la ley del sábado. Su propósito es acabar con la ley antigua manteniéndola. El pasaje que versa sobre David muestra que él tiene un propósito más profundo de lo que puede comprender el sacerdote Abiatar, que en el pasaje original es llamado Ajimelec. El verdadero propósito de Jesús también les queda oculto a los que le interrogan. ¿Cómo podrían comprender? Jesús va a ser realmente rey, pero su reino no es de este mundo.